¿Te has sentido menos valiosa por no pesar o verte como creías?
¿Haz pensando que, si tuvieras cierta figura no sufrirías por amor?
¿Has pensado que si fueras más delgada las personas te aceptarían y no te rechazarían?
¿Sufres cuando comes, te ves al espejo, cuando te pones un traje de baño etc.?
Cuando me llegan personas que sufren por su peso, les pido que se imaginen una escena donde se ve a unos médicos muy atareados secando el suelo, sin que a ninguno de ellos se le ocurra cerrar el grifo que inunda la pila contigua. Cuando pensamos en este ejemplo nos damos cuenta de que se están enfocando en el efecto, pero no en la causa. Tenemos muchas formas de anestesiarnos, eludir el dolor y distraernos y lo hacemos con y a través de la relación que tenemos con nuestro cuerpo.
El no bajar de peso, el mantenerlo e incluso el ganarlo una vez perdido, no es un fenómeno aislado de nuestras emociones y patrón de pensamiento. El comer sanamente, hacer ejercicio o incluso la dieta no bastan cuando nuestro cuerpo y nuestra mente están en una continua lucha, después de todo el estomago es el primer cerebro, basta con recordar como sentimos la emoción en el, de cuando viviremos algo emocionante, el hueco que sentimos después de un rompimiento, o el enojo de cuando algo o alguien nos hirió.
Hay dos tipos de alimento el físico y el emocional.
Cuando no hemos aprendido a escuchar lo que nos esta pidiendo nuestra alma solemos confundirlos, sustituyendo uno con el otro. Llegando a tener una desconexión con las verdaderas necesidades de nuestro cuerpo y acallando las del corazón. Te voy a poner unos ejemplos:
- Cuando no nos atrevemos a salir de relaciones donde no nos sentimos respetados y valorados buscamos en la comida el placer de ese vacío emocional.
- Cuando nos conformamos con trabajos que no hacen vibrar nuestro corazón y al final de la jornada buscamos comida que nos de la satisfacción que no sentimos a lo largo del día
- Cuando queremos independizarnos o vivir en uno lugar, pero tenemos miedo por creencias limitantes como: no me va alcanzar, mis padres cuidan a mis hijos, dependo económicamente o emocionalmente de mi pareja, padres etc. Nos llenamos de temor y nos refugiamos en la comida.
- como en mi caso, tenía tanto miedo a emprender que al querer bajar de peso me refugiaba en el gimnasio horas, dedicándole todos mis días hasta quedar exhausta para así tener el pretexto de no tener tiempo para mis proyectos, llenándome de comida que me hiciera sentir placer para después sentir la culpa de “irla a bajar”.
- Todos hemos estado ahí de alguna manera, ya sea refugiándonos en el alcohol, el cigarro, el sexo, las compras compulsivas o este caso la comida con tal de callar esos miedos, esa ansiedad que nos pide accionarnos, movernos de donde estamos y co-crear la vida que nos merecemos y nos corresponde por derecho divino.
- Por eso si tienes un desafío con tu peso hoy te invito a contestarte de manera honesta, ¿es este realmente la causa de mis problemas? ¿O solo es un efecto de una causa que no he querido voltear a ver y atender?
La aceptación y honestidad de nuestro día a día, contándonos la verdad de cada hecho que conforma nuestra vida y observar desde donde actuamos, es lo que nos permite SANAR, haciendo consciente y por consiguiente llevándonos del MIEDO al amor.